El
sapo y la princesa
Esta
es la historia de una pequeña princesa,
que
por salir del palacio
quiso
perseguir estrellas,
y
con su vana ilusión de cuentos de hadas,
salió
del castillo sin decir una palabra,
llegando
al bosque de pronto algo vio,
era
un enorme charco y allí se acercó,
vio
muchos sapos horrendos y feos,
pero
tanto era su gran anhelo
que
empezó a buscar con esmero,
sus
zapatitos hermosos el barro cubrió,
y
al más enorme sapo ella agarró,
como
en los cuentos que leía un beso le dio,
pero
el sapo siguió siendo sapo y allí lo dejó,
siguió
buscando en el pantano,
sin
entender la razón,
que
los sapos son sólo sapos,
y
no encontraría su gran amor,
los
príncipes no viven pantanos,
y
tampoco huelen a marranos,
pero
aquella princesa agotada y frustrada
se
sentó por fin a la orilla de esa charca,
y
un sapo comenzó a hablarle
de
cómo había sido príncipe en la tierra de Gales,
ella
contenta pensó: "¡Lo encontré!"
pero
pobrecita la niña ¡si supiera quién es él!
un
simple, pobre, y estúpido sapo,
el
muy ingenuo ya se creía Rey,
era
un don nadie, un bueno para nada,
un
mero don Juan que de su arte hacia gala,
un
sapo con suspicacia
que
ante las princesas hallaba gracia,
sus
hermosas palabras eran canciones,
y
así conseguía muchos corazones,
entonces
aquella princesa no buscó dirección,
no
busco a su Padre que emitiera su opinión,
pensó
que el sapo hablaba la puritica verdad,
pero
para su desgracia eran cuentos nada más.
Aquella
joven princesa del sapo se enamoró,
pasaron
los días,
los
meses,
los
años,
y
el sapo en nada cambió,
ella
se preguntaba, cuándo terminaría el hechizo,
cuándo
dejaría de ser sapo y así poder vivir su idilio,
pobrecita
la princesa,
no
sabía de mentiras,
no
tuvo prudencia, le faltó sabiduría.
Pero
de pronto en el palacio algo sucedió,
el
Rey tomó su cetro y por su princesa preguntó,
todos
buscaron en el palacio,
y
nadie la halló,
el
Rey con desespero a su hija buscó,
"¿Dónde
estás mi niña?
¿Dónde
estás mi amor?
¿Dónde
estás pequeña?
Contesta
que ¡SOY YO!"
La
princesa al oír los gritos,
a
su padre reconoció,
el
Rey llegó a aquel charco,
y
la escena miró,
"¿Qué
haces acá princesa?
y
este sapo ¿de dónde salió?”.
El
sapo muy asustado un solo brinco pegó,
el
Rey con una mano se agachó y lo agarró,
"Yo
sé muy bien quién eres
pequeño
sin vergüenza y bribón,
enamoras
princesas
sin
medir consecuencias"
dijo
el Rey muy enojado
y
a la princesa regañó:
"¿No
te he dicho hija mía que yo sé que es lo mejor?
Yo
sé distinguir un príncipe,
un
hombre de honor,
un
sapo nada puede ofrecer,
a
menos que abras su boca y moscas quieras comer,
pero
un príncipe, un caballero...un hombre ejemplar,
tiene
los pantalones bien puestos y con las mujeres nunca jugará,
ven
de nuevo al palacio,
al
lugar que perteneces,
deja
a este pobre sapo tener otra suerte,
tú
eres princesa y un príncipe mereces,
deja
a un lado el sapo que haga lo que le venga en gana,
su
destino es pasarlo al lado de una rana.
Autora: Liliana Lizcano.
(Derechos reservados)
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