“Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora
padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve
es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.” 2 Corintios 4:17-18 (NVI)
Perspectiva
Dice un viejo dicho: “En este mundo traidor, nada es
verdad o mentira, todo es según el color, del cristal con que se mira”.
Pablo estaba acostumbrado a pasarla mal. Desde su
conversión había padecido. Claro, había sido en su anterior vida un perseguidor
de la Iglesia, y por eso nadie le creía. Cuando los cristianos comienzan a creer
que su cambio había sido verdadero, los fariseos comienzan una cruzada contra
el apostol y lo persiguen por toda el Asia menor haciendo que lo encarcelen, lo
azoten, lo golpeen, lo apedreen, y hasta
lo den por muerto por predicar el Evangelio de Jesucristo.
Pablo les está escribiendo a los Corintios y mientras
les escribía esto, pensaba en su espalda marcada y tajeada por los látigos y
las varas, en sus muñecas y tobillos lastimados por los grillos de las cadenas
romanas o por los cepos, en sus costillas rotas, en su rostro desfigurado por
las trompadas, en los días de soledad, en la angustia de no saber que va a
pasar mañana, y les deja y nos deja esta frase de un hombre con perspectiva.
Todo sufrimiento actual produce gloria.
Si claro, es fácil decirlo desde la tranquilidad de tu
éxito, cuando la vida te sonríe y todo te sale bien. Pero es muy complicado
declarar que todo sufrimiento actual produce gloria, cuando estas sufriendo,
cuando te duele el corazón, cuando no paras de llorar, cuando las cosas
realmente están mal. Cuando el problema no se acaba y se renueva de día en día,
te oprime y te aplasta, te agota y te destruye. Y también cuando los demás te señalan por no ponerte inmediatamente de pie, por no encontrar las fuerzas para hacerlo, por querer hacerte el fuerte cuando estás lastimado pero es cuando más te golpean.
Si nunca estuviste en esta situación difícilmente
podrás entender lo que Pablo escribía. Él si sabía de sufrimientos, y decidió
cambiar su perspectiva. En lugar de sentir lástima por lo que estaba pasando,
eligió darle gloria a Dios desde su dolor. Si lo golpeaban, se levantaba. Si lo
querían callar, hablaba más de Jesucristo. Si estaba cansado, daba otro paso
más. Si le faltaban las fuerzas, se ponía de pie. Nada lo dominaba, nadie lo
controlaba, nada ni nadie lo detenía,
porque Dios era su fuerza. Necesitamos renovar nuestras fuerzas en Él, y aunque a veces podamos ser torpes para comrender algunas pruebas, cada una de éstas nos dejarán lecciones de vida que nos permiten crecer.
0 comentarios:
Publicar un comentario